ADAPTACIÓN CUENTO TODA CLASE DE PIELES
El cuento “Toda clase de pieles” pertenece al folclore, es
decir, es un cuento folclórico.
El folclore, es una palabra inglesa acuñada por el inglés
William John Thoms, que hace referencia al conjunto de creencias, prácticas y
costumbres que son tradicionales en un pueblo o cultura. Pero centrándonos en
la ‘literatura folclórica’ podemos sostener que este término sustituye un
curioso concepto de “antigüedades populares”, es decir, el folclore literario
son los diferentes aspectos de la cultura popular, como por ejemplo: las
canciones, las leyendas, los cuentos maravillosos…
El folclore se caracteriza por el anonimato, la oralidad y
la multiplicidad de variantes (transmisión vertical y transmisión horizontal)
“Toda clase de pieles” posee las 3 características básicas
del folclore, por esto es un cuento folclórico. Esto significa que este cuento
es anónimo, que no tiene autor; se transmite oralmente; y esta transmisión
puede realizarse a lo largo del tiempo o en una misma generación.
Los cuentos folclóricos reflejan la época por las que han
pasado. Y reflejan todos los sueños, deseos y necesidades de la gente del
pueblo. Con lo cual la historia de “Toda clase de pieles” revela cómo se
sentían las personas que vivían en esa época y que sueños tenían.
Refiriéndonos a la etapa de Educación Primaria, los cuentos
folclóricos como “Toda clase de pieles” poseen un interés pedagógico que
consiste en estimular la fantasía y la imaginación del alumno. Además les abren
un abanico amplio de posibilidades que jamás hubieran imaginado y podrán
desarrollar sus habilidades lingüísticas como su lenguaje, su léxico y sus
estructuras gramaticales. Incluso, hablando psicológicamente, los cuentos
folclóricos proporcionan al niño un desarrollo psicológico que les ayudan a
conocerse y a explicar el mundo.
ADAPTACIÓN
Érase una vez que se era, en un reino muy muy lejano vivía
un matrimonio recién casado en su gran palacio. La pareja estaba formada por
una reina llamada Ana y su marido, el gran rey de aquel reino llamado Carlos.
Esta pareja vivían muy felices, pero pasaron los años y tanto Ana como Carlos
decidieron tener un hijo para que su reinado tuviera descendencia. Carlos estaba
empeñado en que su hijo fuera varón para que este pudiese gobernar su reino y a
Ana no le importaba el sexo de su hijo ya que no le preocupaba si fuera niña o
niño.
Tras varios intentos de llevar un niño al mundo, un día
soleado del mes de noviembre. Ana le llamó a Carlos a sus aposentos y le dijo:
- - Carlos, estoy embarazada- le dijo Ana
emocionada.
- - No me lo creo, ¿es verdad cariño?- dijo Carlos.
- - Sí, Carlos. Por fin tenemos a nuestro hijo, al
que tanto queríamos. – dijo Ana.
Emocionados los dos, se abrazaron.
Ocho meses después, Ana dio a luz a su bebe y resultó ser
una niña. A pesar de que no querían tener una chica, no les importó y la
quisieron igual o incluso más. A la que la llamaron Eva. Era una niña muy
guapa, con ojos azules como el mar y un pelo rubio muy rizado.
Pasó una semana, y Ana empezó a encontrarse mal. Por lo que
Carlos mandó a todos los médicos del reino que acudieran al palacio para
hacerla una revisión y que pronosticarán lo que le pasaba. Pero ninguno
encontró ninguna solución. Pero eso sí, le dijeron que le faltaban tres días
para morirse.
Una noche, antes de irse a la cama, Ana decidió entregar a
Carlos un cofre de madera de roble con tres regalos para que se lo diese a su
hija cuando fuera más mayor. En la caja había un colgante con tres medallitas:
una de una virgen que se la había regalado la abuela de Ana, otra era una rueca
que era el regalo que le hizo su madre a Ana, y por último el anillo de bodas.
Y, además, le dijo que le prometiera que se iba a casar con una mujer más guapa
que ella. Carlos se extrañó mucho y pensó que era muy complicado casarse con
una mujer más bella que Ana, pero al ser una promesa de su esposa no le puso
ningún inconveniente, aunque le parecía muy difícil.
Al día siguiente Ana falleció, y todo el reino le hizo un
funeral. La familia real estaba muy entristecida, pero el tiempo pasaba y la
pérdida desaparecía y solo quedaba el recuerdo.
Pasaron cinco años, Eva creció tanto, que cumplió dieciséis
años por lo que ya era una mujercita. Así que el día de su cumpleaños, Carlos
le dio la caja de madera de roble que le había dado Ana para ella. Y este le
contó que era un cofre que le había dejado su madre para su hija, para que la
recordase siempre. Tiene tres objetos muy especiales para tu madre, así que le
dijo: ¡Guárdalos bien y no los pierdas!
Eva estaba muy ilusionada por el regalo, ya que era un
recuerdo de su madre, y valía mucho tanto económicamente como sentimentalmente.
Por lo que lo guardo debajo de su cama, ahí donde nadie miraba.
Una tarde muy soleada, Eva salió como todos los días a
sentarse debajo de un sauce llorón a escribir poemas de amor y leer cuentos
maravillosos. Cuando de repente se le presenta delante de sus narices un
príncipe con un poncho muy llamativo, y le dice:
- Ay princesita que guapita eres vente conmigo a mis
tierrecitas y serás muy feliz como una perdiz.
- ¿Pero tú quién eres?- dijo extrañada Eva.
- Yo soy el gran príncipe de Méjico, y vivo al otro lado del
mundo. Me llamo Emiliano. ¿Y tú cómo te llamas preciosa? -dijo el príncipe.
- Hola, yo me llamo Eva- dijo tímidamente ella.
- Me ha enviado tu padre, que dice que buscas un príncipe
que te acompañe toda tu vida. – dijo el príncipe Emiliano.
- ¡No, no, no! Yo no buscó ningún príncipe, todavía soy muy
joven y quiero divertirme.-dijo enfadada Eva.
Eva se cogió tal cabreo que fue rápidamente a hablar con su
padre. Se recorrió todo el palacio porque no le encontraba, así que se paró,
pensó y fue corriendo al invernadero donde no había mirado y seguro que se
encontraba allí.
Cuando llegó le dijo a su padre:
-¡Padre yo no me voy a casar! ¡Me niego!
- Eva, tranquilízate. Ya eres mayor y tienes que contraer
matrimonio con un príncipe. Y Emiliano es el que hemos encontrado. – le contestó
su padre, intentando convencerla.
- Padre, no quiero casarme con nadie y menos por
obligación.-dijo Eva.
- Pues lo siento hija, pero tienes que hacerlo. ¡Te lo
ordeno yo!- dijo el padre.
Eva muy enfadada, se fue corriendo a su alcoba y se puso a llorar.
Tras media hora llorando, se tranquilizó y empezó a pensar. Pensó para sí misma
que sí aceptaba la boda tendría regalos y esos regalos podrían salvarla de su
matrimonio. Así que pensó y pensó y llego a la conclusión de que pediría unos
regalos inalcanzables para que le diese tiempo a pensar otra solución al
problema que se le había planteado hoy.
Después de cuatro horas, en la cena. Eva le dijo a su padre
que aceptaba la propuesta, pero con una condición, que quería tres vestidos: un
vestido como el sol, otro plateado como la luna y el último tan brillante como
las estrellas. Carlos aceptó el requisito que le ofrecía su hija, así que mando
a todos los sastres de su reino que buscaran y confeccionaran los tres
vestidos.
Pasaron tres meses y los tres vestidos ya estaban hechos,
por lo que Carlos se los dio a Eva. Eva muy extrañada de lo poco que habían
tardado, se lo agradeció a su padre, pero para tener aún más tiempo para buscar
una alternativa, le dijo a su padre que para casarse con el príncipe, tendría
que regalarla un regalo de bodas, y el rey lo aceptó.
Este regalo de bodas que Eva solicitó a su padre Carlos fue
una caperuza con un trozo de cada una de las pieles de animales que existen en
el mundo. As que Carlos mandó a todos los cazadores de su reino para que
trajesen todas las pieles de todos los animales del mundo, y los sastres lo
elaborasen.
Al cabo de un año, la caperuza ya estaba terminada. La
verdad que era muy fea y sucia, pero a Eva la encantaba.
Después de que su padre le entregase la caperuza de todo
tipo de pieles, Carlos le dijo a Eva que mañana celebraban la boda. Eva le
asintió apenadamente, pero era lo que le tocaba, aunque ella ya tenía un plan
preparado.
Esa misma noche, cuando todos se fueron a dormir, y los
vigilantes del reino hacían el descanso de las cinco de la mañana. Eva cogió un
saco y metió dentro los 3 vestidos y el cofre que le había regalado su madre.
Se puso la caperuza de toda clase de pieles, y se escapó del palacio.
Rápidamente se fue al oscuro bosque, para que no la vieran. Entonces empezó a
andar y andar, hasta que amanecía ya que en este momento se escondía en los
árboles para descansar. Así que, así estuvo una semana durmiendo por el día y
andando por la noche.
Eva estaba muy sucia, tenía el pelo enredado con ramas de
los árboles, la cara y los brazos negros llenos de arañazos.
Una mañana, cuando se iba a esconder, escuchó unos ladridos
que se acercaban a ella. Por lo que trepó rápidamente a un árbol y se quedó
inmóvil allí para que no la viesen. Los perros se quedaron ladrando a pie del
árbol. Cuando llegaron los cazadores miraron hacia arriba y vieron un
animalejo. Así que decidieron disparar, pero de repente sonó una vocecilla
diciendo: - No disparéis, no soy un animal. Los cazadores, muy extrañados dijeron:
- ¡Baja!
Eva bajó lentamente, y cuando puso los pies en la tierra.
Los cazadores la empezaron a interrogar, pero Eva no les dijo nada. Por lo que
los cazadores decidieron llevarla a su palacio en un carruaje muy primitivo.
Eva iba muy asustada porque a lo mejor eran los cazadores de su padre Carlos.
Cuando llegaron, el palacio era diferente al suyo, por lo
que Eva se sintió muy aliviada.
La bajaron del carruaje y le presentaron al marqués dueño de
las tierras en donde se encontraba.
-Buenos días marqués, le traemos una joven que nos la hemos
encontrado en muy malas condiciones en el bosque-dijeron los cazadores.
-Muy bien, bien hecho-dijo el Marqués.
- Hola joven, ¿quién eres? Yo soy el Marqués Victoriano,
pero me llaman Víctor-dijo el Marqués.
Eva se quedó totalmente en silencio, para que no la
reconocieran.
El marqués se quedó extrañado, así que mandó a las criadas
que la lavaran y la quitaran esa caperuza tan fea y sucia que llevaba. Que la
dieran de comer y si ella quería quedarse en el palacio que la dieran una
ocupación. Pero ella se revolvía como una fiera cuando la tocaba la caperuza. Así
que la limpiaron un poco por encima y comió algo.
Se quedó ayudando a las sirvientas, y así aprendería como
trabajan para después ser una de ellas. La gente del palacio la llamaban Toda
Clase de Pieles, porque no se la veía el rostro ya que no se quitaba la
caperuza para nada.
Un día Toda Clase de Pieles se enteró de que el marqués
estaba buscando una esposa. Y ella estaba enamoradísima de él.
El marqués Víctor para elegir a su esposa decidió hacer
baile en el palacio que durase tres noches. Así que Toda Clase de Pieles que
estaba enamoradísima de Víctor pensó: tengo que buscar una forma que no revele
mi identidad y que me deje acercarme al marqués.
En la primera noche, todos los criados estaban muy liados
porque tenían que recibir a todos los invitados procedentes de todos los
lugares del mundo. Pero en el momento en que la comida ya estaba servida, y ya
se habían recogido los platos. Toda Clase de Pieles le dijo a la criada
suprema, llamada Concha, con la que tenía muy buena relación, que si la dejaba
asomarse al baila ya que ella en la vida había visto uno, y tenía mucha ilusión
por acercarse a ver cómo era. Concha no le puso ningún problema, pero le dijo
que obligatoriamente llegué a las doce de la noche porque había que entregarle
la leche con galletas al marqués. Toda Clase de Pieles le prometió que a esa
hora iba a estar.
Así que Toda Clase de Pieles fue rápidamente a su alcoba se
vistió con el primer vestido tan brillante como el sol, se arregló y bajó al
baile. Cuando empezó a bailar Víctor, este se fijó en Toda Clase de Pieles y le
propuso un baile. Mientras bailaban el príncipe le preguntaba cosas, pero Toda
Clase de Pieles como era muy lista le daba largas y no contestaba, sino que le
preguntaba a él. Cuando empezó la gente a irse Toda Clase de Pieles, bajó a su
habitación, se cambió y fue rápidamente a la sala de los criados. Concha le
dijo que llegaba tardísimo y que le subiera la leche con galletas al marqués,
pero dentro de la leche dejó caer la medalla de la virgen, y se lo entregó.
El príncipe empezó a tomarse la leche, cuando de repente
saco una medallita de oro de una virgen, que la dejó encima de la chimenea muy
extrañado.
A la mañana siguiente Toda Clase de Pieles convenció a Cocha
de que si salía a ver el baile llegaría a la hora, así que Concha aceptó por lo
buena persona que era y la buena relación que tenían entre ellas.
Por lo que Toda Clase de Pieles fue rápidamente a su alcoba
se puso el segundo vestido tan plateado como la luna, y se arregló y bajó al
baile.
Víctor la sacó a bailar nada más verla. Empezaron a hablar y
hablar para conocerse mejor, pero Toda Clase de Pieles seguía desviando la
conversación. Al rato, cuando no quedaba casi nadie, bajó rápidamente a su
habitación, se cambió y se fue a la sala de criados. A Concha no le hizo
ninguna gracia de que llegara tan tarde, así que le dijo que le subiera la
leche con galletas y se fuera a dormir. Cuando le subió la leche con galletas,
Toda Clase de Pieles dejo caer la segunda medallita, la rueca.
Cuando el marqués empezó a tomarse la leche, notó algo muy
duro, lo sacó y era otra medalla, pero en este caso era una rueca. Y lo volvió
a dejar encima de la chimenea.
A la mañana siguiente, en la tercera y última noche de
baile, en donde el marques elegía esposa. Toda Clase de Pieles preguntó a
Concha que si podía pasarse un rato pequeño a ver el baile, y Concha le dijo
que sí. Así que bajó se cambió y se puso el tercer vestido y entró en el baile.
Víctor la pidió bailar y estuvieron toda la noche bailando juntos.
A las doce sonó el reloj, era tardísimo, así que se fue a la
habitación y se puso encima del vestido la caperuza y bajó corriendo a la sala
de criados. Como de costumbre subió la leche con galletas al marqués y dejó
caer el anillo de bodas de sus padres. Entró en la habitación del marqués, y se
lo entregó. Y se encontró con el anillo.
Víctor le pregunto que era el anillo y las tres figuritas de
la chimenea, Toda Clase de Pieles contestó que no sabía nada. Y el marqués le
dijo esto es el compañero de esto que tiene en tu dedo anular que he dejado
caer en tu mano mientras estabas nerviosa por escapar durante el baile. Víctor
le quito la caperuza y le dijo: - Porque tú eres la mujer con la que me quiero
casar. Me da igual quien seas, pero me he enamorado de ti, lo quieras o no. Los
dos se abrazaron y se besaron, y vivieron felices para siempre.
JUSTIFICACIÓN
Los elementos que he mantenido son:
-La protagonista vivía en su casa, apreciada por sus padres.
-Un suceso cambia en la familia, muere la madre,
desapareciendo el apego familiar.
-La protagonista crece, se hace mayor, alcanzando la
adolescencia.
-No puede cumplir la petición del padre, asi que demuestra
astucia para alargar el tiempo, para huir.
-Comienza el viaje iniciático, representando el inicio de la
vida adulta.
-La protagonista tiene una doble personalidad: Toda Clase de
Pieles-princesa.
-Esconde su identidad en el palacio del marqués.
-Hay un evento popular en donde se muestra al marqués.
-Mediante unos objetos personales, el marqués adivina a la
persona oculta que hay tras ellos.
-Final feliz de amor.
Los elementos que he modificado:
-El nombre de los personajes.
-La eliminación del incesto, cambiándolo por la aparición de
un príncipe.
-El objeto de ocultarse sea una caperuza en vez de un
abrigo.
-El trabajo de la segunda vivienda sea de criada, en vez de
cocinera.
-La cena del marqués sea leche con galletas, mejor que una
sopa.
CONCLUSIÓN
Este cuento está adaptado para la etapa
fantástico-realista de 9 a 12 años ya que toca algunos de los temas favoritos
de los niños a este rango de edad como: las aventuras, la fantasía, los
animales salvajes reales o fantásticos, etc. Además las motivaciones que
presentan a estas edades son los argumento con gran dinamismo, la moraleja
implícita…
Todos estos ámbitos que se reflejan en esta
categoría de edad se presentan en el cuento que he adaptado, por lo que la edad
adecuada para leer y comprender el texto es de los 9 años a los 12, es decir,
de cuarto curso en adelante.
Además a partir de los 9 años el niño tiene otra
mentalidad, es decir, según dice Gesell “la edad de 9 años señala un cambio: el
individuo no es ya un niño, pero tampoco es todavía un adolescente”. Con esto
lo que quiero recalcar es que a partir de los 9 años el niño comprende mejor
los textos que el maestro le ofrece y tiene otra visión más amplia de la
realidad, lo que supone una facilidad de compresión en todos los textos que se
le pongan.
Teniendo en cuenta la edad de los receptores he
intentado adaptar el cuento para que puedan disfrutar de una manera enriquecedora para ellos mismos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAhora la adaptación es perfecta, aunque tienes que ser consciente de que hay tres cambios que no se justifican en el criterio que yo os di (la edad de los receptores) sino en tu propio gusto (la caperuza, que sea criada y la leche). Son cambios innecesarios porque no mejoran la historia ni aportan nada a al edad de los receptores.
ResponderEliminarEl mayor error de tu entrada está en el último párrafo: estos cuentos son para ser narrados, no para ser leídos (es un error importante) y, por tanto, no puedes hablar de lectores sino de receptores.